Hablando con una de mis guerreras favoritas, me contó que una de sus fascinaciones mas grandes en la vida era el folclor dentro de los mercados de artesanías de Guatemala. Le llamó la atención que, escondidos en un rincón del espacio, estaban paradas varias alcancias hechas de arcilla. Le pregunto al vendedor por que no estaban junto a las otras y su respuesta fue que estaban rajadas o rotas y nadie mas las quería. Naturalmente, esto le motivo más a hacer la compra de todas aquellas piezas que parecían estar “en cuarentena” por el simple hecho de tener un desperfecto. Seguían cumpliendo con su función inicial solo tenían un pequeño “desperfecto”.
Cuando se trata de la salud mental y la fragilidad de ella, he aprendido a apreciar los desperfectos de mi mortalidad. Las fracturas de ella se ven reflejadas en mala toma de decisiones, en llantos descontrolados y esporádicos, comportamientos obsesivos y compulsivos (OCD) y adiccion al alcohol / drogas / comida / compras / etc / etc. Cualquier cosa que pudiera “cubrir” esa ruptura fue para mi una salvavidas.
Recuerdo que en mas de una ocasión me sentía adormecida. Completamente desconectada de mi cuerpo físico. En términos clínicos le llamaron disociación: en términos que yo pudiera concretar era tanto dolor que mi espíritu había vivido y mi mente tratado de procesar que simplemente le pidieron “pausa” al cuerpo para poder protegerse de la mejor forma posible.
MIentras yo reunía fuerzas por medio de conocimiento, herramientas por medio de terapia y emociones a través del silencio, mi miedo mas grande se empezaba a manifestar: que pasa si después de todo esto, nadie me va a querer?
Estoy rota! Me siento manchada y sucia. Y como si fuera poco, el legado de las voces de una comunidad machista que dictó desde que tengo uso de razón que “nadie quiere algo ‘usado’” le hacía compañía a mi herida de abandono. Una herida que fue haciéndose mas profunda desde que mi papá se convirtió en un niño a la par mía y mi mamá en una de las heroinas mas grandes de mi historia con sus multiples atribuciones, pasiones y encantos pero muy poco tiempo para ser la mama que ella siempre quiso ser.
Me gusta siempre hacer la aclaración (tal y como reitere en mi libro Finalmente Libre), mis papás hicieron lo mejor que pudieron con lo que sabían y con lo que tenían.
Años de terapia tradicional combinado con ayuda espiritual, coaches de salud y vida, journaling, talleres de crecimiento espiritual y muchas “paginas de mañana” me permitieron ver a los tecolotes y alcancias con ojos mas piadosos. La arcilla que fue lacerada contaba una historia diferente en cada ángulo de luz y se hacia notar sin necesidad alguna de masking tape, pegamento o pintura que escondiera sus rajaduras.
Los fragmentos de las artesanías son tan inservibles como los mismos momentos que causaron esas laceraciones de espíritu en mi. Lo valioso de mi pieza personal son aquellos “espacios” que a simple vista se ven vacíos pero que, aquellos que me conocen, saben que fueron complementados con muchas risas, viajes extraordinarios, momentos de solitud, rincones creativos y A–Ha Moments. Mis laceraciones del alma han sanado en proporción a mi vulnerabilidad para adentrarme en mi. Y aunque estoy clara que nunca terminamos de sanar, la integración de mi ser es confirmación de mi fe en un proceso Holístico de Sanacion.
Para todo aquel que lo necesite escuchar: se vale usar tape/pegamento/crazy glue/curitas/gaza o lo que necesite para esconder y proteger sus rupturas internas… no pasa nada! Pero cuando veas que hay luz y belleza en cada rincón de tus imperfecciones, descubrirás que lo quebrado te hace mas invaluable.